¿Os habéis preguntado alguna vez donde van a parar los dientes de los niños que se lleva el ratoncito por la noche? ¡Qué hace con tantos y tantos dientes como recoge? MARILYN RECIO nos cuenta una entretenida historia sobre ello.
Voy a contarles y no lo olviden, porque es muy importante saber sobre los
buenos tiempos y los malos tiempos; la buena suerte y la mala suerte.
Conozco un gallo que siempre cantaba sobre los malos tiempos y por ello los
buenos tiempos se enfadaron y lo abandonaron. En cambio, se de un burro
que solo rebuznaba sobre su buena suerte, y tanto escándalo hacía que la mala
suerte se asustó y nunca lo visitó. Así le sucedio al ratoncito Miguel,
decidió creer en la buena suerte y olvidar la mala. Veamos....
Miguel era un joven ratón entusiasta y trabajador. Tenía un negocio de
compra y venta. Muchos niños acudían a él cuando mudaban sus
dientes. El negocio lo hacían de madrugada; el niño dejaba su diente
debajo de la almohada y mientras dormía, el hábil ratón ponía una amoneda a
cambio del diente. No siempre dejaba la misma cantidad de dinero. Todo dependía
de si el diente estaba en buenas condiciones, blanco y sin caries. Por
supuesto, Miguel se cuidaba mucho de no dejarse ver de sus compradores, asi
evitaba malos entendidos.
Pero un día, ocurrió algo muy trágico. Resulta que Miguel había
prometido un collar de dientes perlados a la princesa Roequesos. Cuando
fue a buscar los dientes que había separado, se encontró con uno que no era de
niño. Era color marfil, tenía una raíz enorme y además una carie.
Desesperado corrió donde sus amigos y llorándo les dijo,
-Ya no podré terminar el collar que ofrecí a la princesa. Me han robado un
diente perlado, y no tengo tiempo de buscar más. He prometido el collar para
mañana, y soy ratón de palabra.
-Que mala suerte tienes, te han robado! Gritaron sus amigos.
Miguel, sin embargo, no iba a permitir que le robaran su más preciado
sueno; regalar un collar a la Princesa. Sin perder tiempo, engarzo los dientes
perlados y en el centro el diente gigante. Una vez terminado, exclamó:
-¡Miren que lindo ha quedado el collar!
-¡Quiero probarmelo! Gritó una de las ratas
Con mucho cuidado, la rata puso la prenda sobre su cuello, pero el peso del
diente gigante era tal que partió el hilo que lo engarzaba, y todos los dientes
cayeron al piso.
-Qué mala suerte! Se ha roto! Exclamaron sus amigos.
Pacientemente, Miguel recogió los dientes y los engarzo de nuevo, pero esta
vez con un hilo resistente. Cuando hubo terminado, orgulloso dijo a sus amigos.
-Pensándolo bien, he tenido mucha suerte, el collar se ha roto
mientras uno de ustedes, mis amigos se lo ponía. ¿Se imaginan la verguenza si
esto hubiera ocurrido en el Palacio Real?
Al día siguente, sus amigos le acompanaron al palacio.
-Qué collar tan exótico, me encanta el diente con el brillante!
Exclamó la princesa. ¡Te mereces un queso Roquefort! Desde hoy serás el
disenador de joyas del Palacio Real.
-Que suerte tienes Miguel! Chillaban sus amigos saltándo de alegría.
El ratoncito Miguel siguió trabajando con entusiasmo. Su negocio creció
tanto, tanto que hasta los niños de otras naciones se enteraron y ofrecían sus
dientes a cambio de sueños y monedas. En un buen tiempo, el hábil ratón y la
princesa Roequesos se casaron y me pidieron que cuente esta historia a ustedes
, y ustedes a los suyos, y asi continue transmitiéndose, pues con fe, trabajo y
entusiasmo nunca se pierde la buena suerte.
Y aquí tienes un cuento más sobre ratoncitos